Las estatuas de Albania
Hace unos años me encontré con unas estatuas que habían caído junto al comunismo en Albania.
Era el 2012, veintidós años después de la caída del régimen en ese país. Las estatuas del periodo socialista albanés reposaban en el patio trasero de uno de los Museos de Arte de Tirana, la capital de ese país balcánico. Ni siquiera se habían molestado en guardarlas en la reserva del museo supongo que por el tamaño o por su material resistente a exteriores; las habían dejado ahí en ese lugar que también funcionaba como parqueadero de los funcionarios. Había un Lenin y un Stalin. Unas cuantas eran alegorías de la época socialista albanesa: partisanos, trabajadores heróicos y soldados de las montañas albanesas que resistieron los ejércitos fascistas italianos y los alemanes nazis.
Por esa época había una fuerte movida creativa y artística en Tirana, gente de mi generación, que había nacido justo despues del fin del comunismo en Europa o que tenía recuerdos borrosos de su niñez viviendo detrás de la cortina de hierro. Un colectivo de estos artistas, supongo que con muchas preguntas sobre su propio pasado, decidió hacer una intervención sobre las estatuas malparqueadas de Lenin y Stalin pintándolas de rojo (en una de las fotos se alcanza a ver la pintura en las botas de Lenin). Recuerdo que hubo una pequeña polémica frente a la acción o por lo menos recuerdo que fue un hecho digno de mencionar mientras un amigo y yo nos tomábamos un café. Algo un poco inusual pues los Balcanes es una región donde los monumentos del pasado socialista han sido tumbados por montones y muchos se encuentran abandonados o con evidentes ataques e intervenciones.
Al otro día, para gran sorpresa, me contaron que las estatuas habían amanecido cubiertas con plástico protector. Algo que no suele hacerse con estos monumentos problemáticos del pasado comunista. Lo curioso es que solo habían cubierto las de los líderes soviéticos. Como si tuvieran la certeza que las figuras alegóricas no tenían una “carga política” tan grande. En la tarde fuí a mirar el museo para ver si seguían ahí. Se caía de su peso que aún estaban presentes en el patio trasero. Les tomé un par de fotos pues me pareció una curiosidad que en ese momento no comprendía del todo.
No se si las estatuas seguirán detrás del Museo. Ahora creo que en ese momento estaban en el lugar en que una sociedad suele dejar los símbolos y personajes de su historia cuando otros valores cohesionan a la sociedad: Puestas abajo de sus pedestales y envueltas en plástico esperando ser exhibidas algun día en un contexto crítico sobre ese pasado incómodo. La acción de resguardar es contradictoria pero contundente: Stalin y Lenin jamás volverán a subir a su pedestal en Albania, pero en cierto sentido conservan un valor simbólico que las hace susceptibles de ser protegidas con algun destino más honroso como contar los horrores del pasado. Al final del día tan solo son material físico y símbolo. Las dos cosas transmutan con el tiempo en otras cosas: óxidos y nuevos significados.
¿Será que tendremos la fortaleza como sociedad colombiana de hacer lo mismo con un Sebastian de Belálcazar de 1937 idealizado como un gran hidalgo caballero?
Ya veremos en qué termina esta pugna simbólica.
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