Jardín de Humboldt

-A la Universidad Nacional de Colombia en su sesquicentenario-

Con la emoción en la boca
mientras buscabas el Casiquiare,
así pasé yo la frontera de ese bosque:
imponente, majestuoso, semivirgen.

Selva verde y blanco
bañada por ríos de gente,
llena del principio del creador,
de la curiosidad natural,
de la humildad del altiplano,
Y de la emoción por llegar a ser

y dejar ser.

Sangre curiosa de juventud
seno protector de memorias;
fuiste la madre de mi padre,
entraste en mi vida 
cuando apenas caminaba hacia ti
en tus bosques primarios.

Te mostraste hermosa y larga,
como el llano
como el llano virgen
como el llano salvaje.

Buscaba la verdad
mientras me reía en tus pastos
y te saqué mil veces de mi boca
con el ímpetu que trae la arrogancia.

En esas aulas
no hay pájaros encerrados.
En tu academia
veo lumbreras como faros distantes.

Camino por medio mundo en tus hectáreas,
como en caravana
para explorarte, sentirte, extrañarte.

El olor del prado recién cortado,
la piedrita que golpea la mejilla,
el barrizal de tu temporada de monzones,
los rayos que caían y me aterrorizaban.

Eres un oasis racional,
blanco, cuadrado, germánico
en medio de un equinoccio eterno,
frío, sucio, asfixiante, depresivo.

Jardín de las delicias
laboratorio de curiosidad
camino tortuoso como la vida misma.

Te extraño cada día de mi existencia
Palpitas dentro, cada día de mi vida
noches por igual,
y días por igual.

Eres un jardín para conmemorar.

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